La Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán despide con profundo pesar al Dr. Oscar Iguzquiza, un profesional excepcional y un ser humano querido por quienes tuvimos el privilegio de compartir su camino.
Especialista en Neurología (UBA) y Magíster en Educación Médica, se desempeñó como Profesor Adjunto en la Cátedra de Neurología de la Facultad de Medicina y en la Cátedra de Neurobiología de nuestra Facultad de Psicología, además de integrar el Servicio de Adultos Mayores del Hospital Escuela.
Su compromiso con la docencia, su calidez humana y su pasión por la enseñanza marcaron huellas profundas en estudiantes, colegas y pacientes. Deja un legado de conocimiento, dedicación y humanidad que seguirá vivo en quienes lo conocieron.
Acompañamos con sincero afecto a su familia, compañeros de cátedra y a toda la comunidad universitaria que hoy lo recuerda con gratitud y respeto.
Nota en memoria del Dr. Oscar Eduardo Iguzquiza
«Hoy nos toca despedir a un gran docente, colega y amigo. El Dr. Oscar Eduardo Iguzquiza, médico neurólogo de destacada trayectoria, deja en nuestra cátedra y en todos quienes lo conocimos una huella imborrable.
Fue un profesional brillante y, al mismo tiempo, un ser humano profundamente generoso. Sus pacientes lo adoraban, no solo por su excelencia médica, sino por la calidez con la que acompañaba cada encuentro. Como docente, supo dar lo mejor de sí en la Facultad de Medicina y en la Facultad de Psicología, donde este año impulsó con entusiasmo la creación del primer servicio en el Hospital Escuela destinado a la población de adultos mayores. Lo hacía de manera gratuita y desinteresada, convencido de que los adultos mayores estaban desprotegidos y merecían cuidados y dignidad.
En nuestra cátedra de Neurobiología su presencia era sinónimo de alegría. Llegaba siempre con su bolsa de facturas para compartir, y alrededor de ese desayuno nacían planes, proyectos y aprendizajes. Nos enseñaba constantemente cosas nuevas, transmitía pasión por la docencia y nos regalaba siempre su entusiasmo y buen humor.
Generoso, solidario, atento a cada necesidad, cuando alguien lo requería, dejaba todo para tender su mano. Su vocación y amor por la enseñanza eran admirables. Hoy su cátedra está de duelo, pero también agradecida y orgullosa de haber compartido camino con él. Nos queda su ejemplo, su enseñanza y, sobre todo, el amor y la alegría que nos brindó.
Querido Doc, te quise con todo mi corazón, y tu ausencia deja un vacío inmenso que nadie podrá jamás llenar. Tal como te lo prometí, haré todo lo posible por sostener la cátedra que tanto amaste, y espero que te sientas orgulloso de habernos confiado semejante legado. Seguirás vivo en cada clase, en cada proyecto y en cada uno de nosotros, por que esa cátedra es tuya, sin vos jamás será igual, pero voy a cumplir mi promesa de cuidarla siempre«.
Lic. Esp. María José Jimenez Millán